¡La alegría, vestida de rojo endiablado, llega al Museo Nacional!

Una imagen del diablo del Carnaval de Riosucio, elaborada en 2019 por el artista Gonzalo Díaz, pronto hará parte de las colecciones del Museo Nacional. La efigie, de 1.50 m de alto y ubicada en una pequeña plataforma de 60 cm de ancho y 90 cm de largo, es de fibra de vidrio y está pintada de color rojo. Las alas son de tubo metálico circular y cromado y están revestidas con madera tipo MDF. Su sección frontal es de tela de fantasía negra y dorada con lentejuelas incrustadas.

El tridente que porta la figura es de plástico y su mango de bambú. La corona fue hecha de bejuco e incluye cuatro calabazos y un tejido en seda. Los cuernos de toro sobresalen de su cabeza y una gran sonrisa brota de su cara. Sus orejas son grandes y empinadas, y sus aretes, de estilo precolombino. La banda presidencial que porta es de cabuya tejida y en ella se lee la inscripción Riosucio. La cola descansa en el piso y hace juego con la serpiente que lleva enrollada en el cuello. En sus manos sostiene el calabazo y de su cuello pende una zampoña o flauta de carrizo.

Esta efigie hará parte de la nueva sala permanente Fuerza, fe y sustancia del Museo Nacional, dedicada a las expresiones espirituales y religiosas de la nación. En esa sala las diferentes manifestaciones de lo sagrado se proponen como campos dinámicos que, en permanente tensión, posibilitan la reconfiguración social y la negociación intercultural. Esta sala desea motivar, desde el “otro” y para el “otro”, un reconocimiento de la diversidad espiritual, para advertir que lo sagrado es un lugar que está asociado a una gran multiplicidad de fenómenos sociales.

Es apenas lógico que su majestad el diablo sea un vívido representante de este espacio museográfico. El Carnaval de Riosucio tiene un arraigo histórico y cultural profundo. Nació hace más de ciento cincuenta años y, desde entonces, se celebra cada dos años, del 5 al 10 de enero, en la cabecera de Riosucio, al occidente del departamento de Caldas. Actualmente, esta festividad hace parte del patrimonio cultural e inmaterial de Colombia.

El Carnaval de Riosucio es uno de los más antiguos de Colombia, y quizás también del mundo. A pesar de que se celebra durante cinco días en el mes de enero, realmente inicia en julio del año previo, cuando se establece el Decreto de Instalación de la República Carnavalera que, a partir de las leyes propias dictadas por la literatura matachinesca, declara al pueblo de Riosucio como el gobierno soberano y plenipotenciario de la fiesta.

Su majestad el diablo es el custodio de la celebración por la vida pacífica, es el eterno hierofante de la alegría, la amistad y la concordia entre las distintas comunidades. Por esta razón, el diablo es mucho más que un símbolo religioso y el Carnaval de Riosucio encierra un significado profundo. En esta gran celebración se escenifica, a través de la figura del diablo, la comunión, la fraternidad y la reconciliación entre los pueblos y sus diferencias. Esta es la razón por la cual allí confluyen los matachines, la música de chirimía, el canto, la palabra, el teatro, la danza y la poesía.

Este evento representa la unión entre los pueblos al son de la palabra y la poesía, la sátira y la risa, la danza y el disfraz, y, por supuesto, la música, la comida y la bebida. El carnaval genera comunidad y es un modelo de fraternidad para la vida. Estos principios bien podrían trascender su ámbito local para dar origen a una noción de comunidad nacional. Por esta razón: ¡el Museo Nacional de Colombia, del mismo modo que el Carnaval de Riosucio, es un espacio para la concordia, la fiesta y la alegría!


Francisco E . Romano

Antropólogo de la Universidad Nacional de Colombia, con estudios de maestría en la Universidad Nacional Autónoma de México y de doctorado en la Universidad de Pittsburgh, Estados Unidos.

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