Conmemoremos las lenguas nativas y celebremos el grito interseccional de las indígenas embera trans

Carolina Martínez Peña

El 21 de febrero se conmemora nuevamente el Día Internacional de la Lengua Materna y el Día Nacional de las Lenguas Nativas. Durante esa jornada, desde el municipio de Santuario (Risaralda), el colectivo trans indígena Las Traviesas bien podría celebrar y contarle al mundo, en su propia lengua embera, cómo ha sido su «camino para ser mujer».

Cuando decidieron vestirse con esa ropa de la “gente blanca” –como jeans y minifaldas– y usar el cabello largo, elles comenzaron a desafiar su identidad de género, su tradición indígena y hasta su lengua. Por ello, les gritaron «maricas», porque en el territorio embera no existía una palabra propia para designarlas, sino sólo una expresión ajena para insultarlas.

El Día Internacional de la Lengua Materna es una conmemoración de lucha por la diversidad cultural y lingüística. Fue proclamado por Naciones Unidas en 1999, para no olvidar la muerte de varios estudiantes en 1952, en medio de las manifestaciones organizadas para defender el reconocimiento de la lengua materna bangla como uno de los idiomas oficiales del entonces Pakistán.

Las Traviesas también han emprendido varias luchas para ser escuchadas: con ellas mismas para aceptarse, con su comunidad para que no las rechace y con quienes hablan otra lengua y dialecto para que las entiendan.

La exposición Awera en Bakatá, que actualmente está abierta al público en el Museo Nacional de Colombia, recoge parte de la historia y el liderazgo de este colectivo para ser reconocido como un cabildo autónomo y resguardo trans indígena. La muestra incluye varias fotografías del corto Aribada, dirigido y producido por Natalia Escobar y Simon(e) Jaikiriuma, en colaboración con Zamanta Enevia, quienes junto con un grupo de artistas interdisciplinares las han acompañado y guiado en este Awera, que en lengua embera significa «camino para ser mujer».

Panóptica habló con la directora Natalia Escobar sobre ese trabajo artístico colaborativo que va más allá de hacerlas protagonistas de un corto y que trasciende las diferencias de territorio o género. A través de esta labor, se les compartió a estas indígenas el arte como ese otro “lenguaje” poderoso y universal para entendernos entre todes.

Marica, palabra del español

Según la Real Academia de la Lengua Española,
Dicho de un hombre homosexual. U. m. c. s. m. U. t. c. Insulto.

En rechazo a su orientación sexual, estas mujeres trans indígenas fueron desplazadas de sus comunidades embera chamí y embera katío. Mientras buscaban trabajo, comenzaron a llegar al municipio de Santuario (Risaralda). «Pero ahí no viven juntas, no tienen un cabildo, no tienen una asociación. Este es precisamente el proyecto en el que hemos estado colaborando desde el 2021. Al principio, a ellas les daba pena no hablar español, pero ahora están muy empoderadas de su lengua. Es como una forma de resistencia frente a la hegemonía lingüística eurocéntrica que nos han inculcado; hablar cada día el embera chamí o embera katío también es una forma de resiliencia para esta búsqueda espiritual de conservar su cultura», explica Natalia Escobar, que como artista ha trabajado en temas alrededor de la memoria, la identidad, el feminismo interseccional y la fenomenología andina.

En Colombia se hablan, además del castellano, sesenta y nueve lenguas maternas. Entre estas, dos lenguas criollas (palenque de San Basilio y de las islas de San Andrés y Providencia), la romaní o romaníes del pueblo room-gitano, la lengua de señas colombiana y las sesenta y cinco indígenas.

La Ley 1381 de 2010 reconoció que las lenguas nativas de Colombia son «parte integrante del patrimonio cultural inmaterial de los pueblos que las hablan y demandan, por lo tanto, una atención particular del Estado y de los poderes públicos para su protección y fortalecimiento». Reconocer la diversidad cultural, étnica y lingüística para entendernos como individuos y sociedad es tan necesario y urgente como el respeto por la diversidad sexual.

«La historia de nosotras, llegamos como muy duras. Aunque tenemos papás, aunque tenemos mamás, pero no tenemos cómo podemos vivir, pocos años lo que nosotros sentimos, nosotros sentimos como tristes, como caídos el tiempo. Las muchachas a veces dicen que sienten aburridas porque llegaron de resguardos indígenas, a ellas sienten que ellas como no tienen papás, como volvieron así trans, entonces papás de ellas dicen que ya no son hijos de ellos. Ellos dicen que es que son gais, como dice Colombia, paisas dicen trans, pero indígenas no dicen trans, solo dicen maricas, palabra marica es como un insulto».

Zamanta Enevia, líder de Las Traviesas

Traviesa, palabra del café

Primero las insultaban en español: marica. Poco a poco, fueron logrando el reconocimiento en su propia lengua embera: wera fa, que significa mujer trans. Pero en los cafetales, ellas mismas se identificaron con una palabra que hicieron parte de su historia interseccional: traviesa.

Con un español obligado y escaso, comenzaron a ser escuchadas en las fincas de Santuario, donde ofrecían sus servicios para recolectar café en la traviesa, la cosecha menor que se realiza seis meses después de la principal.

“Ellas mismas se fueron categorizando y representando a partir de sus propias construcciones de la realidad, que no corresponden a nuestros procesos blanco-mestizo. Traviesa, que en español puede significar inquieta o necia, también es la cosecha menor de café o ‘mitaca’. Ellas llegaban a las fincas y decían que querían trabajar en la traviesa, por eso las empezaron a llamar así. Y ellas también se denominaron así; en lugar de decir trans, decían ‘nosotras somos mujer traviesa’. Para ellas, era un tránsito, me parece muy lindo», recuerda Natalia Escobar.

En Santuario, estas mujeres indígenas se han convertido en una fuerza de trabajo importante y, aunque no tienen las mejores condiciones laborales, se sienten protegidas y empoderadas. En este municipio se han ido encontrando y formando una comunidad trans indígena con alrededor de cien miembros.

“Algunas chicas son embera chamí y otras katío, no tienen el mismo dialecto, así que entre ellas tampoco se pueden entender. La mayoría tiene más conocimiento de español que nosotros de embera. Su español es muy asociativo, por ejemplo, nosotros después entendimos que en su lengua el ‘adelante’ era el pasado”, explica Natalia.

“Yo tengo un mensaje sobre una historia de nosotras trans, pero nosotras hablamos palabras trans son muchachas, nosotras adelante no sabíamos que eran palabras trans, adelante decían que es que eran gay, ya en este momento como ya siente trans no significa a nosotras como deber ser, a nosotras trans ya hoy en día significa como mujer, y como idioma de nosotras indígenas significa embera wera”.

Zamanta Enevia, líder de Las Traviesas

Wera, palabra del pueblo

Embera significa gente o pueblo. Esta lengua tiene cuatro dialectos que no se comprenden entre ellos:

Devira, que es gente de río.
Yapira, que es el embera katío o el hombre de monte.
Ipida, que es el embera chamí o gente de selva.
Arac, que es gente de flecha.

Sin poder entenderse por medio de la palabra, aunque ya se hubieran contado las mismas penas con el alma, Las Traviesas empezaron a comunicarse entre sí a través del arte. Natalia Escobar cuenta que, entre todas, estas mujeres indígenas crearon una especie de residencia artística para encontrarse e intercambiar conocimientos y profundizar sus procesos de transformación social, organización política y comunitaria. Un refugio en medio del ‘santuario’, al que podían llegar cuando no estaban trabajando, en el que aprenderían otras formas de expresarse sin transgredir su propia lengua.

“Nosotres tampoco podíamos llegar con esa mirada colonial de tienen que hablar español, sino que […] deberíamos aprender embera, porque estábamos llegando a su territorio a conocerlas. El arte nos ayudó en este encuentro, como que nos expresamos con dibujos, por medio del baile, de compartir alimentos, de la música. Todo esto nos permitió encontrar un lenguaje común», concluye la artista Natalia Escobar.

Las Traviesas han recibido apoyo a través de trabajos de co-creación, producción audiovisual, fotografía y litografía. Antes de la apertura de la exposición Awera en Bakatá, en el Museo Nacional de Colombia también asistieron a varios talleres sobre construcción de un cabildo para fortalecer sus expectativas y experiencias políticas. Conservar su lengua nativa y su cultura ancestral es una tarea diaria para recuperar los derechos que perdieron como indígenas al abandonar sus resguardos y para lograr que se les reconozca su autonomía wera. Aún falta recorrer un largo trayecto en este sentido, pero ya vale la pena todo lo que han logrado desde ese día que escogieron el “camino para ser mujer”.



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