San Pacho, la fiesta patronal biodiversa y multicultural

En el Pacífico colombiano hay tres momentos que marcan la vida de las comunidades: el nacimiento, la muerte y la fiesta de su santo patrón. Cada uno de estos momentos está acompañado de complejas prácticas y saberes celosamente custodiados por una multiplicidad de actores sociales.

La fiesta de San Pacho es un legado de la evangelización en el Chocó y de la construcción de una nueva forma de relacionamiento con las fuerzas superiores, donde priman unas manifestaciones afro, indígenas y mestizas que hoy determinan nuestra cultura chocoana. De las fiestas de San Pacho hay elementos representativos, como la réplica del santo, una muestra de una carroza con el disfraz que rinde tributo a una denuncia pública del pueblo, el bastón de mando que representa la autonomía del pueblo para administrar su fiesta popular, con independencia de las autoridades religiosas, y, por último, una representación del formato chirimía y músicas de la región.

En las fiestas de San Pacho encontramos tensiones, encuentros y fricciones entre lo sagrado y lo profano, lo rural y lo urbano, lo oral y lo corporal, lo tradicional y lo moderno, lo público y lo privado. También encontramos el sentido de comunidad: una “quibdoseñada” que se resiste a los cambios de su ciudad y que encuentra en las fiestas patronales un escenario de resistencia y añoranza. Así mismo, en esta celebración una población excluida y estigmatizada encuentra una forma de expresar su derecho a existir y a ser ciudadanos.

San Pacho es un desorden organizado, donde el pueblo quibdoseño se manifiesta de diversas maneras, desde la música y sus formatos de chirimías y bandas antiguas de viento, hasta carrozas y disfraces que denuncian públicamente situaciones de interés general, con rezos y gozos al santo patrón San Francisco de Asís, con balsadas y entrega de bastón de mando de un presidente de barrio a otro, con procesiones y peticiones y mandas al santo, con alegría y jolgorio en un sano divertimento donde la filosofía del santo patrón el “compartir” se hace cada día más fuerte en el seno de un pueblo hospitalario, servicial y digno, donde se da la coexistencia de negros, indígenas y mestizos, que a una sola voz cantan “Gloria, gloria, Francisco, cantemos nuestro padre protector, tus virtudes ensalcemos, gloria, gloria, alabanza y honor”.

Dada la importancia de esta festividad, el Museo Nacional debería custodiar entre sus colecciones alguna pieza representativa de esta celebración del Pacífico colombiano, puesto que le compete representar a las regiones de un país con cultura diversa. El Museo Nacional, como ente de preservación, visibilización y salvaguardia de los patrimonios inmateriales de la nación, debería brindar albergue a un espacio de resistencia y de re-existencias de unas minorías étnicas afro, indígenas y mestizas, con supervivencias zambadas que originan este laboratorio de arte y paz, donde el pueblo quibdoseño y chocoano cada año hace catarsis frente a las problemáticas persistentes, a la vez que rinde culto a la libertad y la felicidad, desde sus espacios naturales de convivencia, como parte de una nación llamada Colombia.


Leonidas Valencia Valencia

Director del programa de licenciatura en música y danza en la Universidad Tecnológica del Chocó

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